Todos somos nosotros
El año pasado me invitaron unos estudiantes de enseñanza media de un liceo municipal en Santiago para compartir mi reflexión sobre ser parte de este país y de este continente. A continuación comparto mis palabras:
Inicio mi reflexión desde una pregunta que viene obsesionándome
desde hace muchos años: ¿Quién quiere ser latinoamericano hoy?
La pregunta parece algo fuera de lugar, tomando en cuenta
que hoy todos somos ciudadanos del mundo, de una sociedad global, mundial.
Nos reflejamos en nuestras selfies construidas en
aplicaciones como Facebook, Instagram, tinder u otras. Ejercitamos nuestras
maneras de entendernos dentro de escenarios imaginarios de soldados, vikingos,
Mario Bross, todos salidos de tierras lejanas que luchan por territorios que
aún no conocemos, lejos, pero a la vez cerca de nuestra “realidad aumentada”.
Nos mimetizamos en personajes fabulosos de animes en tarjetas y youtube. Al
mismo tiempo, bailamos y cantamos con ellos. Lloramos con las series japonesas
y suspiramos con alguna teleserie turca.
Es que lo mundial abarca con mayor fuerza nuestras imágenes,
nos inunda, nos inyecta, nos sentimos empoderados de los mundos virtuales, a
veces sentidos por nuestras almas como expresiones bellas que contrastan con
nuestras miserias y penas.
Pero también, degustamos un papapleto ayudados de un
energético, caminamos por nuestras calles e nuestra villa de la mano de
nuestros amores, morimos por un buen reggaetón o una placentera bachata,
grafitamos en las paredes nuestros pensamientos.
De repente, defendemos a nuestros ancestros, queremos salir
a la calle a protestar, probamos el alimento vegano, nos imaginamos un mundo
joven nuevo, aprendemos a querer a nuestras/os amigos que provienen de países
vecinos y con el tiempo, nos damos cuenta que al mirar-nos dentro de “nuestra
frontera”, de “nuestro Chile”, ya no somos iguales sino diferentes, blancos,
negros, rojizos.
Así pasan nuestros días, sintiendo el infinito y los miles
de mundos en él y al mismo tiempo, estamos acá, “entre nosotros”, los que
compartimos el día a día, los que sonreímos, lloramos y enojamos, los que nos
conocemos y convivimos.
¿Quién quiere ser latinoamericano hoy?
Una realidad que se palpa hoy es que el mundo cambio, Chile
cambio, se trata de un espacio significativo de convivencia entre una
multiplicidad de migrantes, por todas partes del mundo, incluido Chile que
lidera esta experiencia en el cono sur de America.
Así hoy, el latinoamericano se mueve fuera de su territorio
(28,5 millones viven fuera de Latinoamerica, 70% en EEUU). Esta realidad cambia
la perspectiva de la pregunta: ¿Qué efecto provoca que los latinoamericanos se
vuelvan nómades y viajen a otros países sea dentro o fuera de la región?
Por una parte, los estudios reconocen que se produce un
intercambio económico potente. Los que viajan encuentran trabajo y envían ayuda
económica a sus familias. Sus familias rehacen sus vidas y construyen nuevos
espacios urbanos, nuevas villas y poblaciones. Los países se nutren de estos
ingresos y en algunos de ellos este aporte es más del 40% de los ingresos del
país.
Por otra parte, los migrantes latinos se mezclan con los
residentes, a veces conflictivamente y otras con un cariño digno de imitar.
Comienzan a poblarse de nuevas generaciones mestizas y paremos aquí, nos damos
cuenta que siempre hemos sido algo así.
Si nos miramos, nos encontramos como mestizos de pueblos
originarios, conquistadores de épocas pretéritas y migrantes de continentes lejanos
que llegan en el siglo pasado. Excepto algunos que evitan convivir con los
demás, la gran mayoría latina se mezcla y remezcla dando pie a lo que un
estudioso de la cultura llama, la presencia de una “cultura híbrida”.
Somos cultura híbrida, antes de ser globales, ya lo somos
desde antaño, aunque no nos demos cuenta. Nuestros pueblos originarios están
ahí pero junto a ellos, el pueblo mestizo, nosotros. Muchas veces distanciados
por imaginarios virtuales, por ideologías de turno, por falsas creencias, pero
siempre conviviendo juntos.
Así, Latinoamérica puede ser pensada como una reserva
mundial cultural, un crisol de culturas diversas, plurales, diferentes, muchas
en un solo lugar como un rico ecosistema humano que se reproduce en contacto
con su medio ambiente, su naturaleza tan querida y averiada por algunos que la
quieren herida y extinguida en función de sus fines egoístas.
En algún momento se pensó que podíamos construir una
sociedad común. Un filósofo venezolano del siglo XIX, Simón Rodriguez propuso
que nos llamaramos Sociedades Americanas. Junto al Libertador Simón Bolivar,
pensaron un continente unido, con fronteras abiertas, colaborativos, innovador
de una sociedad nueva. S. Rodriguez, pensó que en este continente nadie sobra,
indios, mestizos, negros, pobres y ricos serían ciudadanos americanos con
iguales derechos, constructores de una patria común.
Su utopía no se realizó pero tampoco se perdió. Se
transformó en una inspiración para seguir pensando un momento en nuestras vidas
donde podamos compartir esta tierra americana que nos pertenece por nacer y
vivir en ella.
En el camino algunos nos nombraron Iberoamerica, otros,
Latinoamerica y otros, Latinoamerica y el Caribe. Todos intentando capturar en
esas palabras, la multiplicidad y plasticidad de nuestros modos de vida, de
nuestro arte, de nuestros sueños, de nuestros proyectos.
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